Bruto 2022 es todo menos discreto. Es un vino con acento murciano, alma solar y músculo bien trabajado. Una Monastrell sin complejos, criada a 700 metros sobre suelos pobres y bajo un sol que forja carácter, no dulzura. Proyecto personal del actor Eloy Azorín junto a la familia Juan Gil, con imagen rompedora y fondo serio.
Color: Rojo picota casi opaco, con ribete púrpura y lágrima densa. Visualmente anuncia concentración, sin disimulo.
Nariz: Ataque frontal de fruta negra muy madura —ciruela pasa, higo seco— con capas de cuero limpio, resina, hierbas de monte bajo y un trazo claro de torrefacto y clavo. Huele a monte quemado, a tierra y a uva bajo tensión.
Boca: Densa, envolvente, cálida, pero no dulzona. Tanino amplio, firme, bien domado. El trago se alarga con sabores de arándano confitado, pimienta negra, chocolate con chile y un final salino que sorprende y refresca. Potencia con precisión.
Maridaje: Este vino no se casa con platos tímidos. Va con costillar glaseado, cordero al horno con ajos, callos con garbanzos, o incluso una burger de vaca vieja con queso azul. Y lo mejor: funciona también con buena música y conversación sin filtros.